Dr. Juan Martínez Hernández, experto en Salud Pública, analiza en este artículo de opinión, que “ante la magnitud de una epidemia que nos está pasando por encima como un tsunami y con los indicios de que la primera de sus olas ha rebasado algunas de las grandes urbes del mundo, surgen muchas dudas, algunas certezas y un fondo de melancolía”

Ante la magnitud de una epidemia que nos está pasando por encima como un tsunami y con los indicios de que la primera de sus olas ha rebasado algunas de las grandes urbes del mundo, surgen muchas dudas, algunas certezas y un fondo de melancolía.

De las mascarillas

Se plantearon dudas sobre su utilidad y necesidad. Afortunadamente hay un cambio de actitud hacia ellas. Siempre fueron útiles, cosa distinta es que no hubiera o haya bastantes. Su utilidad en el ámbito industrial está probada y validada. Su uso médico, está avalado por 150 años de uso continuado frente a toda clase de enfermedades transmisibles. Y sí, las primeras eran de tela, lavables y esterilizables, como el resto del equipo protector de los médicos y las enfermeras hasta finales del siglo XX. Su utilización en la población general es un hecho indiscutible en Asia desde hace veinte años.

Entristece pensar que hayan pasado dos meses hasta llegar a estas sencillas conclusiones.

De los test

Naturalmente, en toda enfermedad infecciosa el primer problema es el diagnóstico y para ello los test de diversa naturaleza suelen resolver el problema. Es un hecho de capital importancia que en esta crisis se hayan conseguido tales analíticas en un tiempo récord, sin precedentes en la Historia de la Medicina. Produce melancolía el caos sin embargo en su gestión, puesta en práctica y comunicación.

Como reiteradamente afirma la OMS, el gold standard es la PCR, que se debe practicar sobre una toma con torunda flexible nasofaríngea (y no con un doloroso e inútil bastón rígido). El resultado positivo confirma la infección, el negativo obliga a repetir si hay sospecha clínica, o si conviene certificar la ausencia de infección activa. Son muy útiles también en el control de asintomáticos, aunque en éstos, aumenta la tasa de falsos negativos. Se debe potenciar mucho más en España su uso, que aun no ha implicado a los centros universitarios y de investigación.

Los test antigénicos (para el SARS-CoV-2 y para otras enfermedades) tienen baja sensibilidad, pero son baratos y rápidos. Pueden ayudar, pero en la práctica, los negativos pueden ser perfectamente falsos negativos.

Los test “rapidos” de suero o sangre se positivizan al pasar unos días desde el comienzo de la enfermedad. Pueden ser inútiles los primeros días de infección, no discriminan bien entre infección actual, infección reciente (convalecencia) o pasada (curación), y sólo son útiles realmente para confirmar sospechas clínicas que daban PCR negativa, o para confirmar colectivos (residencias) pues con un sólo paciente positivo se diagnostica a todo el agrupamiento de casos sintomáticos. El trabajador sanitario con test rápido positivo no puede saber con certeza si la infección la ha pasado ya o la está sufriendo aun.

Así están las cosas. Ninguna prueba disminuye la necesidad de seguir ampliando la realización de PCR, incluyendo su repetición, si da negativo.

Del confinamiento y de su fin

Es un hecho incontestable que en todos los países donde se han tomado medidas de distanciamiento social y confinamiento, se ha producido un descenso de los contagios y una desaceleración de la epidemia. Pero también es cierto que ningún país puede estar indefinidamente parado y recluido en sus casas. La cuestión no es si se producirán más contagios al retirar las medidas, sino cuántos y a qué velocidad se van a producir.

En estas seis semanas de epidemia se han improvisado soluciones más o menos apropiadas, casi ninguna orientada a la prevención y el control de la infección, pero útiles para atender a los pacientes graves que necesitan ventilación mecánica. Conviene transitar rápidamente a un modelo que supere el “hospital de campaña”, en el que algunos parecen haber colmado todas sus expectativas. Porque sin duda, volverá a haber casos graves, más incluso, allá donde no ha habido muchos en el primer pico, menos si se mantienen las medidas de distanciamiento.

Los niños ni contagian ni se contagian“solo con mirar”. Deben poder salir cuanto antes a tomar el aire y el sol unos minutos cada día.

De la encuesta de seroprevalencia

Este tipo de estudios son importantes para comprender la evolución de la epidemia, sobre todo si se hacen seriados. Sin embargo, causarán decepción, por su lentitud relativa y por lo poco resolutivos que resultarán sus hallazgos.

Pongamos ejemplos. Si la prevalencia (proporción) de inmunes es baja, y podemos poner ese umbral, a priori, en menos del 10%, eso quiere decir que queda pandemia para rato, ya que el resto, un 90% de españoles, sería vulnerable. Si por el contrario fuera “alta”, y es del todo inverosímil que salvo en lugares muy concretos esa cifra estuviera por encima del 30%, el problema sería un poco menor, pero igualmente amenazante (quedaría un 70% de la población totalmente susceptible para sufrir la enfermedad).

Como además habrá amplias oscilaciones entre territorios, el problema seguirá sobre la mesa sin fácil solución. Las medidas de desconfinamiento segregado por regiones, aunque pueden tener aparentemente mucho sentido epidemiológico, resultan poco prácticas y menos seguras: provocarían un efecto del tipo “vasos comunicantes”y acabarían volviéndose en contra, en territorios tan permeables como lo son las comunidades de España. La primera encuesta de seroprevalencia no será una aportación definitiva, a la hora de tomar decisiones sobre el desconfinamiento.

De la vacuna

Todo el mundo afirma ya que el mundo no será como antes hasta que no haya una vacuna. Pero sorprende la esperanza ingenua sobre la prontitud, seguridad y efectividad de la misma. Más aun de la factibilidad de una campaña de vacunación universal. Este proceso será laborioso y complejo. Lento y costoso.

Para cuando haya vacuna, y siempre que ésta sea segura, se plantearán dudas sobre el modo de aplicarla. “Vacuna bien y no mires a quién” es la mejor aproximación, la vacunación universal, la más rápida, evitando el bucle de los análisis prevacunales y postvacunales. Pero nadie ha dicho que la vacuna proteja con una sola dosis, ni que lo haga por completo después de varias. Todos sabemos que hay vacunas (como la de la gripe) que a lo sumo protegen a la mitad de los vacunados, y eso en la versión científica más favorable. Tampoco sabemos si habrá dosis suficientes, sin duda al principio, no. Un nuevo elemento para la melancolía.

Del futuro

Se llenan los medios de sentenciosas afirmaciones, “nada será igual”, “el mundo ha aprendido”, “todo será diferente”. Discrepo por completo. Se producirá un manto de silencio, se olvidará a toda velocidad y los habrá que digan que “mueren más por el tráfico”, incluido el tráfico de drogas, en un intento de relativizar lo vivido y reescribiendo la Historia, aun cuando todos somos hoy conscientes de que en los momentos más duros, ni siquiera sabíamos donde enterrar a los muertos.

Pero por hoy, basta de melancolía.

Artículo de opinión publicado el día 20 de abril de 2020 en Médicos y Pacientes. http://www.medicosypacientes.com/opinion/dr-juan-martinez-dudas-certezas-y-melancolia-proposito-de-la-covid-19