Historia del Colegio

Toda la información aquí recogida ha sido extraída del libro «El Colegio de Médicos de la Provincia de Cáceres (1898-1936)»  escrito por el doctor José Luis Mañas Núñez, colegiado en la provincia.

ANTECEDENTES DE LOS COLEGIOS DE MÉDICOS

Para entender la historia de nuestro Colegio es forzado referirse a los orígenes del mismo.

La necesidad de que los médicos se agrupasen en grupos profesionales que defendiesen sus intereses dio lugar a que en la Edad Media los médicos se congregasen en Cofradías o Asociaciones de Médicos y Cirujanos, sobre todo para luchar contra el intrusismo. Este puede considerarse el precedente más remoto de los Colegios profesionales.

Tras la promulgación en 1855 de la primera Ley de Sanidad y la posterior unificación de los estudios de medicina y cirugía en 1868, se creó un nuevo marco legal imprescindible para adecuar la práctica médica al nuevo modelo político y social. Aunque el asociacionismo médico en España tuvo una implantación escasa, a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX fue madurando entre los médicos el proyecto de los Colegios Médicos provinciales.

En 1893 el gobierno declaraba corporación oficial al Colegio de Médicos de Madrid y antes de concluir el siglo (el 12 de abril de 1898) se publicaba el Real Decreto sobre la colegiación de las clases sanitarias.

El desarrollo médico-corporativo en España

La creación del Colegio de Médicos de Madrid provocó una encendida polémica en la clase médica en torno a la colegiación obligatoria. La división entre partidarios y detractores marcó la vida laboral de estos profesionales en los años finales del siglo XIX, una controversia iniciada en la capital de España que a raíz de la promulgación del Real Decreto de 1898 se extendió al resto del país.
En 1904 la Instrucción General de Sanidad del doctor Cortezo inicia el periodo de la colegiación voluntaria y propicia la entrada en escena de los titulares rurales.

Hacia 1914 convivían en España diversas agrupaciones profesionales, expresión de las tendencias -al mismo tiempo disgregadoras y unionistas- de los médicos españoles. Este proceso de pugna intraprofesional fue fraguando la colegiación obligatoria que cristalizará a partir del R.D. de 15 de mayo de 1917. Ambas posibilidades de colegiación llegaron de la mano del mismo hombre, el doctor Cortezo. Igualmente resulta llamativo que los disidentes, renovadores y exclusivistas titulares aglutinados en torno a una organización societaria nacida al margen de la institución colegial, pasado el tiempo, sean quienes encaucen y afiancen el destino corporativo del grupo profesional.

A partir de 1917 los Colegios se harán dueños, paulatinamente, del latir corporativo.

Así, en 1919 se constituye el Comité Ejecutivo de la Clase Médica a partir de una reunión de Colegios y en 1920 la Federación Nacional de Colegios Médicos.

Fases de la historia colegial española

Para solucionar los problemas de ejercicio de la medicina que la política decimonónica española había generado, se emprendió la construcción de una infraestructura legal normalizada por el estado sobre la que asentar una estructura corporativa médica nacional basada en la equidad, cuya presencia formal advino con los «Estatutos para el régimen de los Colegios de Médicos» de 1898. De esta manera se llenaba el vacío sancionador, docente y corporativo que impidió la cristalización del proyecto asociativo médico en el siglo XIX, en cuya paradoja asociativa convivieron el anhelo y el fracaso corporativista.

Si debía ser obligatoria o no la colegiación lo dirimiría el enconado debate que se inició acto seguido y duró hasta 1917. A partir de entonces los médicos afrontaron la consecución de nuevas metas corporativas y profesionales (1917-1936), previo paso por estas tres estaciones: Fase preestatutaria (1893-1898), Fase de colegiación obligatoria (1898-1904) y Fase de colegiación voluntaria (1904-1917).

Papel de los médicos titulares

En el origen y desarrollo de estas corporaciones influyeron de manera decisiva los problemas de los médicos titulares.
Este colectivo era retribuido por el ayuntamiento que contrataba sus servicios con una exigua remuneración, que con frecuencia se cobraba con retraso y, a cambio, el profesional debía plegarse a los deseos de las autoridades locales si no quería ser objeto de una destitución arbitraria.
Las igualas fueron un procedimiento frecuente y extendido de contratación de servicios de estos médicos y se basaba en un acuerdo voluntario entre las partes. El exceso de médicos posibilitaba la falta de observancia de los cánones éticos y deontológicos, la complicidad con el cacique y la conformidad con sueldos menores. De aquí que los titulares deseasen su inamovilidad y el pago por el Estado de sus honorarios.

EL NACIMIENTO DE LA COORPORACIÓN MÉDICA CACEREÑA

La primera reunión oficial de la Junta Directiva del Colegio de Médicos Provincial de la que se tiene noticia tuvo lugar el 22 de mayo de 1900 en sesión celebrada en el Ayuntamiento de Cáceres para, entre otros asuntos, expedir los primeros «Títulos de colegiado».

En esta reunión se acordó «admitir en la clase de colegiado al señor D. Gabino de Uríbarri y Paredes, reuniendo las circunstancias reglamentarias (…) y quedando registrado con el número 1 en el libro de colegiados». Unos meses después, el 16 de enero de 1901, se reunió en Cáceres, a las tres de la tarde, en el salón de actos del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres, la Junta General Ordinaria presidida por la Junta de Gobierno. Este día figura como fecha de la constitución del Colegio cacereño, registrado con el número 909 en la «Relación de las Sociedades inscritas con arreglo a la Ley de 30 de junio de 1887» del Municipio de Cáceres.

Posteriormente, el 3 de julio de 1918 nuestra Corporación presentará sus Reglamentos aunque es preferible considerar el nacimiento del Colegio el 22 de mayo de 1900 con la entrega del Primer Título de Colegiado al Primer Presidente del Colegio.

Aspectos de la sociedad cacereña

A lo largo del siglo XIX y primer tercio del siglo XX, Cáceres fue una provincia caracterizada por su baja densidad de población, elevada dispersión demogeográfica y el predominio de asentamientos rurales.

A partir de la Guerra Civil el modelo de poblamiento extremeño se identifica por grandes pueblos y las «agrociudades», con mejor dotación de equipamientos y servicios. En cualquier caso conviene subrayar un hecho importante: la población cacereña se caracterizó por ser más rural que la del resto del país. Desde el punto de vista económico y social la provincia queda definida por su escaso desarrollo y dinamismo económico y por la pervivencia de una estructura social arcaica, situación que estuvo muy determinada por el peso del sector primario en la economía provincial, la extensión de la gran propiedad, la ausencia de iniciativas económicas, el bajo nivel cultural y su secular incomunicación.

El conjunto de estos factores determinó el estado de precariedad de gran parte de su población, que en un elevado porcentaje sufría las consecuencias de la malnutrición y de la elevada incidencia de la enfermedad. Por todo ello, la mortalidad en la provincia alcanzaba unas tasas superiores a la media nacional, una situación compensada por el mantenimiento de unas tasas de natalidad elevadas.

Como en el resto de las sociedades con un régimen demográfico tradicional, la mortalidad infantil fue aún mayor y las enfermedades transmisibles ocuparon un lugar destacado en el conjunto de las causas de defunción.

El paludismo fue un proceso que adquirió en la provincia una elevada incidencia debido tanto a las condiciones geográficas y climáticas, como a la insalubridad y los estados de malnutrición crónica de gran parte de su población. Otras enfermedades transmisibles como la tuberculosis o las infecciones respiratorias y gastroentéricas alcanzaron también una elevada incidencia.

Las deficientes condiciones higiénico-sanitarias de las ciudades, pueblos y aldeas de la provincia y la insalubridad de las viviendas favorecieron el desarrollo de este tipo de enfermedades. Como consecuencia de ello la mortalidad originada fue elevada.

El ejercicio de la medicina en Cáceres

El ejercicio profesional en la provincia de Cáceres estuvo muy determinado tanto por sus características demográficas y económicas, como por el fuerte arraigo del caciquismo en todo el territorio.

El cacique, para conseguir influencia, dominaba la Administración local y el aparato judicial, y tenía en sus manos el nombramiento y destitución de los médicos según la fidelidad demostrada por éstos.

En esta época los médicos tendían a concentrarse en los núcleos con un relativo carácter urbano (Plasencia, Trujillo o la propia capital), una situación que no desentona con lo registrado en otras partes de España.

ACTIVIDAD DEL COLEGIO DE MÉDICOS CACEREÑO

El Colegio de Médicos de Cáceres se creó en 1900. El convencimiento de que la colegiación obligatoria constituía la vía más idónea para resolver los acuciantes problemas de la clase médica y de que fortalecía corporativamente los intereses profesionales de este colectivo, favoreció el desarrollo inicial de esta corporación. La necesidad de poner fin a los abusos que sufrían los médicos titulares por la actitud caciquil de las autoridades municipales de algunas localidades impulsó la organización de estos profesionales.

En este sentido, el Colegio denunció repetidamente estas situaciones e intervino en otros asuntos que afectaban a este colectivo como el establecimiento de igualas mínimas, la inspección de las Sociedades de Socorros Mutuos o los problemas derivados de la superpoblación médica en algunas ciudades. Asimismo intervenía en las faltas ético-deontológicas que cometían los propios médicos e iniciaba fondos de ayuda para socorrer a familias de médicos fallecidos. Igualmente, veló por la solución de otro problema que preocupaba a los profesionales como fueron la redacción de una nueva Ley de Sanidad y la creación de un específico Ministerio de Sanidad.

Los Reglamentos

De los Reglamentos de régimen Interno del Colegio de Médicos de Cáceres en la actualidad sólo se conservan tres: el de 1918, el de 1925 y el de 1930. El segundo de ellos modificaba algunos aspectos del de 1918, como los detalles de colegiación de aquellos médicos de fuera de la provincia; también modifica la composición de la Comisión especial del Colegio de Huérfanos así como las disposiciones disciplinarias. Igualmente se recogen las características que deberán tener el Jurado Profesional de los colegios, sus funciones, la constitución del Consejo General de los Colegios Médicos y la creación de las Regiones Médicas. También reúne aspectos de la elección y renovación de cargos de las Juntas de Partido y de Gobierno.

El Reglamento de 1930 es bastante más extenso. Se crean capítulos nuevos dedicados al órgano de expresión del Colegio, a los certámenes, a la contribución al progreso científico, a la previsión médica, se constituye el Tribunal Profesional y se forman secciones perfectamente definidas (profesional, científica, de régimen interior, de previsión y protección).

Asociacionismo y sindicalismo médico-cacereño frente a la colegiación

El asociacionismo médico extracolegial alcanzó escasa relevancia y menos aún la tuvo el sindicalismo médico en la provincia, por lo que no pudieron ejercer ningún efecto distorsionador sobre la colegiación.

En el marco de las asociaciones de médicos titulares cabe destacar las de los partidos de Coria y Navalmoral de la Mata (creada en 1904) y la de Garrovillas (que surgió al año siguiente).

Ya en los años veinte se formó la Federación Sanitaria del Distrito de Coria, que fue objeto de represiones por parte del Colegio por el poder sancionador que le conferían sus estatutos. Al final del periodo estudiado se creó, con sede en Cáceres, la Hermandad Médico-Farmacéutica de San Cosme y San Damián (en el año 1934), con unos objetivos esencialmente sociales y religiosos.

Respecto al sindicalismo médico, los intentos de crear un sindicato sanitario independiente en la provincia fracasaron, aunque desde el órgano de expresión del Colegio de Médicos de Cáceres (la revista Clínica Extremeña) se toleró la iniciativa e incluso se llegó a promocionar.

DISTRIBUCIÓN DE LOS PROFESIONALES MÉDICOS EN LA PROVINCIA DE CÁCERES

Por lo que respecta al número de médicos que ejercieron en la provincia de Cáceres, al comenzar el siglo XX, la mayor concentración se registraba en los partidos de Cáceres, Plasencia y Trujillo.

El panorama se modifica con el transcurso de los años y en 1920 el partido de Trujillo es el que concentra al mayor número de profesionales sanitarios.

Hasta 1936 no aumentará el número de médicos que ejercían en la capital de la provincia, situación que traduce las dificultades que existieron para el ejercicio en un ámbito muy cerrado a la “irrupción de advenedizos”.

Sólo a partir de 1910 se registra un incremento de médicos en el resto de las comunidades rurales, un hecho que se consolida a partir de 1920. Respecto al número de pacientes atendidos por cada médico cabe destacar las cifras constantes que se registran en el partido de Cáceres, situación que contrasta con las oscilaciones que se registran en el resto de los partidos de la provincia.

En el primer tercio del siglo XX sólo dos mujeres ejercieron la medicina en la provincia de Cáceres: la doctora T. Iglesias Recio en Cáceres, Coria y Cilleros y la doctora M.P. Mohíno Díez en Plasencia.

Política sanitaria y social del colegio cacereño

El Colegio intentó desarrollar una participación activa en la política sanitaria española y una labor de protección y ayuda desinteresada a los médicos y sus familias promoviendo diversas entidades al efecto. En 1910, el Presidente del Colegio de Médicos cacereño pidió al Rey que las clases profesionales sanitarias fueran retribuidas directamente por el Estado, al tiempo que le planteaba la necesidad de promulgar una nueva Ley de Sanidad que contemplara y apoyara la colegiación obligatoria. En 1918, el Colegio de Médicos consiguió constituir su Sección de Pensiones, idea que se llevó a la Asamblea de Colegios de enero de 1919 con la intención de hacer extensiva su aplicación a toda España en forma de Montepío Médico Nacional. También ese año el órgano colegial cacereño presentó una Memoria ante el Instituto de Medicina Social consistente en un esquema organizativo de lo que consideraba debía llamarse Ministerio de Sanidad. En 1925 fundó una Institución de Previsión llamada Mutualidad Médica de Cáceres que tenía una sección de invalidez y otra de vida, y una Caja de Beneficencia.

Publicaciones periódicas

El Colegio tenía dos publicaciones, órganos de difusión intracolegial.

La primera de ellas fue el Boletín del Colegio Oficial de Médicos de la provincia de Cáceres. Era de publicación mensual y su vida abarca desde 1901 hasta 1918, época en que es sustituido por Clínica Extremeña, cuyo primer número salió en 1919. En general, hasta 1917, el Boletín realizó un perseverante discurso apologético sobre la necesidad de la colegiación obligatoria, decisivo sin duda en el éxito de la corporación cacereña. Asimismo en él se denunciaron repetidamente los problemas que afectaban a la profesión.

Por su parte, Clínica Extremeña fue de propiedad privada hasta 1935, año en que la dirección y administración de la revista pasaron a la Comisión Permanente de la Junta de Gobierno del Colegio. Aunque durante los primeros años la sección profesional y oficial fueron tan comprometidas con la causa colegial y los intereses de los titulares como lo fue el Boletín, a medida que se apacigua el debate político-sanitario la revista Clínica Extremeña se hace más desapasionada y científica.

Presidentes del Colegio de Médico cacereño durante el primer tercio del siglo XX

El doctor Gabino de Uríbarri y Paredes, fue el primer Presidente y primer colegiado de Cáceres. Estuvo al frente del Colegio hasta su muerte en febrero de 1915. El segundo presidente, el doctor Leocadio Durán Cantos, le sucedió hasta 1930, con un breve paréntesis de un año, 1925, que no ocupó la Presidencia en beneficio del doctor Míguez Barcia.

En 1931, toma las riendas del Colegio el doctor Santiago Julián Murillo Iglesias que sigue al frente del Colegio ya comenzada la Guerra Civil, cuando el 1 de septiembre es ordenada desde el Gobierno Civil la reposición de la Junta de Gobierno del Colegio y la destitución de la Comisión Gestora, que fue presidida por Ramón Díaz Muñoz desde su constitución en la reunión de la Junta General del día 16 de mayo de 1936.

Ambos, Uríbarri y Durán, formaron parte de la Junta de Gobierno fundacional, el 22 de mayo de 1900, como Presidente y Secretario General respectivamente.